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martes, 20 de julio de 2010

¿Saben que es el manuscrito 512, viajeros románticos?

El Manuscrito 512
Mapa de Brasil del siglo XVI

Rocones esculpidas en el estado de Bahía


Investigando sobre el gran explorador, aventurero y viajero empedernido, el inglés Percy Fawcett, me encontré con su antecedente y motivo por el que realizó su ultimo viaje y no se supo mas de él y su destino hasta ahora es desconocido, hasta ahora hay varias teorías sobre su final, pero sobre este viajero vamos a tratar próximamente, ahora quiero dar a conocer a los lectores de este blog que gustan de la aventura y de los viajes y de la locura de explorar
Es un documento escrito por el religioso J. Barbosa, dirigido al virrey de Brasil Luis Peregrino de Carvalho Menesez, es del siglo XVIII,se encuentra en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro (sección manuscritos, obras raras), entre otra cosas se narra el descubrimiento de una ciudad perdida y de rocas con inscripciones de un lenguaje desconocido
Es un documento en donde se narra una expedición llena de aventuras de un tal Francisco Raposo y João Silva Guimarães, que tuvo lugar en 1753 con un grupo de indígenas, incursionaron en el actual estado brasilero de Bahía, en ese tiempo esas tierras eran habitadas por nativos belicosos llamados Aimorés y Pataxós, por lo cual eran muy peligrosos, el investigador YURI LEVERATTO en su pagina web: www.yurileveratto.com, nos dice:
“Francisco Raposo buscaba las fantasmagóricas minas de oro y de plata de Muribeca, Cuya localización física era desconocida. La leyenda de las minas de Muribeca se remonta al siglo XVI, cuando el portugués Diego Álvarez fue el único sobreviviente de un desastroso naufragio cerca a la costa de Brasil.Lo salvaron algunos indígenas Tupi-Guaraní y, en los meses siguientes, aprendió el idioma de los nativos y se casó con una joven, llamada Paraguaçú. Álvarez tuvo varios hijos y nietos. Uno de ellos, que vivió durante mucho tiempo con los autóctonos Tupi, se llamó Muribeca. Luego de un viaje al interior del continente, guiado por nativos Tapuais, Muribeca encontró una riquísima mina de oro, plata, diamantes, esmeraldas y rubíes. Con el tiempo, organizó la explotación de la mina y se volvió riquísimo, pues vendía pepitas de oro y piedras preciosas en el puerto de Bahía (Salvador actual). El hijo de Muribeca, cuyo nombre era Roberio Dias, era muy ambicioso y, durante un viaje a Portugal, en los primeros años de 1600, le pidió al rey Pedro II el título de marqués.El rey prometió concederle el añorado título, pero sólo si Roberio Dias revelaba el secreto de su padre y cedía las minas a la Corona portuguesa.Roberio Dias aceptó, pero cuando la expedición arribó a Bahía, poco antes de emprender el viaje hacia las minas, persuadió al oficial del rey de que le abriera la carta que contenía el título de marqués. Se dio cuenta, en cambio, de que tenía sólo un título de poca importancia, es decir, capitán de misión militar. Se negó entonces a indicar el camino hacia las minas, y fue encarcelado por muchos años.Cuando murió, en 1622, se llevó consigo a la tumba el secreto de la exacta ubicación de las minas halladas y explotadas por su padre, Muribeca.Desde entonces, muchos partieron en busca de la fabulosa vena de oro, pero casi todos murieron en el intento o regresaron sin haber alcanzado el objetivo de su viaje.El documento más importante sobre las minas de Muribeca apareció casualmente en 1839, en el Tomo I del periódico del Instituto Histórico y Geográfico brasilero. Se trataba del relato del viaje del aventurero Francisco Raposo, efectuado en 1753. A continuación, un extracto del manuscrito:
Francisco Raposo partió al mando de dieciocho colonos y, después de muchísimas aventuras, más allá de una enorme zona lodosa, debió atravesar escabrosas montañas. Apenas lograron pasar a la otra parte vieron unos claros y, a lo lejos, la selva virgen. Se enviaron a unos cuantos nativos en reconocimiento y, cuando regresaron, dijeron que habían encontrado las ruinas de una ciudad perdida.
En el documento se narra además que los aventureros exploraron la ciudad perdida al día siguiente. Entraron maravillados a una gran ciudad de piedra con muros ciclópeos parecidos a los de Sacsayhuamán. En la parte central de la enigmática ciudad había una plaza con un monolito negro muy alto al centro, en cuya cúspide estaba la estatua de un hombre que indicaba el norte. He aquí otro pasaje de la antigua descripción:
Exploramos la zona y nos dimos cuenta de que estábamos entrando en una ciudad antigua, deshabitada. Caminábamos entre las ruinas de la ciudad y observábamos emocionados esas casas destruidas pensando que en un lejano pasado debieron haber estado fervientes de actividad.A la entrada había tres arcos. El central estaba mucho más arriba que los dos laterales y tenía algunos signos desconocidos grabados en la piedra.Luego nos adentramos en las ruinas de la ciudad, pero no encontramos ninguna señal de presencia humana reciente. Todo estaba abandonado desde hacía siglos o quizá milenios. En el centro de la ciudadela había una plaza con la estatua de un hombre que indicaba el norte. A un lado de la plaza había un gran edificio en ruinas. Por el aspecto exterior, parecía ser un gran templo destruido por un devastador terremoto. En frente a la plaza principal fluía un gran río, mientras que al otro lado del curso de agua había campos con grandes cantidades de animales: pájaros y corzos, a los cuales extrañamente nuestra presencia no asustaba.Navegamos por el río durante tres días y encontramos varias piedras donde estaban incisos extraños signos, parecidos a los del arco de la entrada de la ciudad. Nos encontrábamos en la zona de las minas, ya que era fácil ver grandes pepitas de oro en las orillas del río.
A partir del descubrimiento del manuscrito, en 1839, varios aventureros se lanzaron a las profundidades del Sertão en busca de la ciudad perdida.Uno de ellos fue Teodoro Sampaio, quien en 1878 afirmó haber hallado, en la zona del Río San Francisco, varias cavernas con petroglifos y extrañas incisiones, pero no la mítica ciudad.En 1913, el teniente coronel inglés O’ Sullivan Beare declaró haber llegado a las minas de Muribeca, situadas, según él, en la orilla derecha del Río San Francisco, a unos doce días de caballo de Salvador de Bahía. Dijo también que había visto a lo lejos las ruinas de la ciudad perdida, casi completamente ocultas en la espesa selva, pero admitió que no pudo acercarse porque sus víveres se habían acabado y además, estaba por comenzar una tempestad.El coronel inglés Percy Fawcett, quien tuvo ocasión de conocer a Beare en Brasil, quedó fascinado con su testimonio y con el análisis del documento 512. También él pensó en buscar la anhelada ciudad perdida de Muribeca, en el actual estado de Bahía y, por tanto, decidió organizar una expedición en 1921.En realidad, Fawcett estaba interesado principalmente en la zona del Mato Grosso por varios motivos. Primero que todo, en sus viajes anteriores había tenido ocasión de escuchar varias leyendas indígenas que describían cavernas, antiguas ciudades, fortalezas y calles pavimentadas.Además, había recibido como regalo de parte de su amigo escritor Haggard una estatuilla particular que provenía de la zona del Xingú: en ella estaban grabadas algunas extrañas letras que él había interpretado como provenientes de Atlántida.Sin embargo, el cuidadoso análisis del manuscrito 512 y de la leyenda de Muribeca lo fascinaron tanto que, en julio de 1921, organizó una expedición a algunas zonas remotas del actual estado de Bahía, con el fin de encontrar la ciudad perdida.Exploró la zona del occidente de Lençóis, en la remota Serra de Sincorá y Orobó, donde suponía que se encontraba la mítica Muribeca. En la región llamada Lapinha, Fawcett encontró muchos petroglifos parecidos a los descritos en el Manuscrito 512, pero no logró hallar la añorada ciudad perdida.Algunos años después, en su famosa expedición de 1925, de la cual no regresó jamás, Fawcett decidió partir de Cuiabá, en el Mato Grosso, con la idea de explorar las tierras del Río Xingú, y luego, con dirección este, atravesar la Serra do Roncador, llegar al Río Araguaia (lat. 9 sur), hasta llegar al Río Tocantins, para explorar luego la Serra Geral y arribar por fin a las orillas del Río San Francisco, en la zona indicada originalmente como el lugar donde surgía la ciudad perdida de Muribeca, la que se describe en el Manuscrito 512.El resultado de la expedición de Percy Fawcett, en compañía su hijo Jack y su amigo Raleigh Rimmel, es bien conocido: los tres aventureros desaparecieron probablemente cerca al Río Culuene (afluente del Xingú) mientras se dirigían a la misteriosa Serra do Roncador.¿Por qué Fawcett no concentró sus esfuerzos en la zona de la legendaria Muribeca, en las cercanías del Río San Francisco?A parte de los relatos de los indígenas y de la estatuilla “atlante”, ¿cuál fue el motivo que lo impulsó a iniciar su último viaje en el Mato Grosso, tratando de explorar una zona forestal desmesurada, totalmente selvática y habitada en ese entonces por tribus agresivas?En efecto, algunos estudiosos e investigadores desarrollaron la hipótesis de que la fantástica ciudad perdida de Muribeca se encontraba mucho más al noroeste respecto al Río San Francisco, quizá sobre las orillas del Tocantins, del Araguaia o incluso del mismo Xingú.En mi opinión, la historia relatada en el Manuscrito 512 pudo haber sido cierta, pero posteriormente, toda la ciudad pudo haber sido tragada por la Tierra, a causa de devastadores terremotos o lentos bradisismos, que habrían ocultado para siempre el misterio de su fascinante origen".
YURI LEVERATTO Copyright 2010
Servidos amigos lectores que gustan de las aventuras de viajes de expedicionarios de siglos pasados y su locura de la ambición por tesoros de ciudades antiguas y misteriosas.
Que los Vientos de Cumbre los acompañen